La dupla café-literatura resulta sin dudas inseparable. Tanto para el que lee, como para el que escribe. Se complementan y acompañan desde hace ya mucho tiempo. De hecho, esta bebida ha resultado no solo como combustible para muchos escritores, sino también en musa inspiradora.
Algunas curiosidades
Aunque resulte difícil de creer, la cafeína fue un descubrimiento más literario que científico. A Goethe le gustaba tanto el café que impulsó al joven científico Runge a que analizara unos granos de café para averiguar sus propiedades y poder comprender de este modo sus efectos. Fue así como Runge identificó la cafeína, por lo cual es a ellos dos a quienes les debemos el conocimiento de su existencia.
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Pero Goethe no fue el único apasionado de esta bebida. Balzac publicó un ensayo titulado Tratado de excitantes modernos en 1839. En él investigó sus efectos y el de otros energizantes en su propio organismo. Tal era su adoración por el café que decía beber unas 50 tazas al día, además de masticar granos de café en ayunas.
Rowling, la creadora de la famosísima saga de Harry Potter, escribió las aventuras del joven mago en distintos espacios públicos. Uno de ellos fue el café The Elephant House, de Edimburgo. Incluso este establecimiento declara ser “el lugar de nacimiento de Harry Potter”, según indica en un cartel de su ventana.
El café y literatura: García Márquez
No podía faltar el gran escritor colombiano, desde luego. El autor de Cien años de soledad incluyó en esta increíble historia numerosas alusiones al café.
Los miembros de la familia Buendía lo tomaban en todo momento, sin azúcar: “A cualquier hora que entrara en el cuarto, Santa Sofía de la Piedad lo encontraba absorto en la lectura. Le llevaba al amanecer un tazón de café sin azúcar, y al mediodía un plato de arroz con tajadas de plátano fritas, que era lo único que se comía en la casa después de la muerte de Aureliano Segundo”, quien incluso había logrado sobrevivir “a una carga de estricnina en el café que habría bastado para matar un caballo”.
